El católico que se convirtió en favorito del Imperio Anglicano


Éste artículo lo escribí en Junio del 2007 para conmemorar el 150 aniversario del natalicio de Edward Elgar. No fue publicado por no haber sido considerado relevante para una sección cultural.

El mundo de la música de arte, tan ávido, por razones mercadológicas y sentimentales, de rendir tributo a sus más distinguidos creadores ha encontrado en éste año a tres figuras dignas de celebrarse: Jean Sibelius y dos Eduardos; Grieg y Elgar. En el caso de Elgar se conoce poco lo que se debe conocer de entre mucho que aparentemente no merece conocerse. El periodista inglés Norman Lebrecht, en su columna semanal del pasado 11 de Abril contribuye más que nadie a echar por tierra (en no mas de 15 párrafos) el mito de Edward Elgar, un mito que los propios ingleses han tenido a bien perpetuar. Como iconoclasta que es, Lebrecht reduce a Elgar a un compositor de comunidades rurales y uno que ha hecho ver a los ingleses como “parroquianos insulares neófitos”.

Si bien la postura de Lebrecht me parece excesiva y hasta cierto punto snob, ciertamente Elgar no fue un innovador. Su música es la culminación de una época, la mayoría de los grandes compositores británicos del siglo XX siguieron otros caminos de expresión. Elgar quedó solo en su mundo nostálgico, evocador, elegiaco.


UN ENIGMA JAMÁS RESUELTO


Después de un día laboral común y corriente, Elgar acostumbraba sentarse al piano para deleitar a su esposa Alice al mismo tiempo que fumaba un cigarro. En uno de éstos episodios Elgar comenzó a improvisar sobre un tema, caracterizando cada variación como el retrato de alguno de sus amigos. Es así que se originaron las Variaciones Enigma, la obra que catapultó a Elgar al mundo del arte musical internacional. El titulo hace alusión a un segundo tema (el tema original de las variaciones es obra del propio compositor) que hace su aparición misteriosa y fragmentada en cada uno de los movimientos. Elgar se llevó a la tumba dicho enigma, aunque algunos obstinados han querido escuchar “God save the king” algo que invariablemente vuelve a relacionar a Elgar como compositor oficial del imperio británico.


OTRAS OBRAS TRASCENDENTALES


Sería injusto, sin embargo, ver en Elgar únicamente al creador de las Variaciones Enigma. Sus conciertos para violín y violonchelo son los últimos grandes conciertos que se escribieron para estos instrumentos todavía dentro de la estética del romanticismo tardío. El concierto para violín en si menor es monumental. Debido a su estructura complicada y a sus dimensiones es una obra que no se interpreta tanto como merece. Las características rapsódicas y elegiacas de la música de Elgar están presentes en ésta obra que en manos de músicos menores a veces nos parece un tinglado de episodios bucólicos. Vale la pena escuchar detenidamente esta obra apasionada y original.

El concierto para violonchelo y orquesta en mi menor mantiene las características encontradas en el concierto para violín. Pero es ésta última gran obra de Elgar un digno testamento introspectivo. El concierto está escrito en cuatro movimientos y posee uno de esos grandes temas nobles de Elgar que trascienden más allá de su estereotipo de compositor imperial. El concierto tiene una transparencia orquestal de la que adolecen otras de sus composiciones.


UNA OBRA CATÓLICA QUE CONMOVIÓ UN IMPERIO


No puedo dejar de recomendarte una obra que para mi entender, representa la cima de Elgar como compositor dramático. El oratorio “El sueño de Geroncio” (The Dream of Gerontius”). “Si alguna obra mía es digna de no olvidarse, ésta es” decía Elgar. Inspirado en un poema del Cardenal John Henry Newman, una de las mentes católicas más brillantes de la segunda mitad del siglo XIX, “El sueño de Geroncio” es una obra que explica la visión católico-romana de la muerte y la inmortalidad del alma. Geroncio es un ser humano común y corriente, agobiado por las dudas en su lecho de muerte. Un ángel se le acerca durante sus últimos momentos y le revela algunos detalles de la otra vida, incluyendo un vistazo al infierno y culminando con la contemplación gloriosa de Dios. Geroncio finalmente logra una transición plácida a la otra vida. La obra posee una noble grandeza que se ve reflejada en el rico colorido orquestal, la fuerza dramática de los coros, las líneas vocales expresivas de los tres solistas y la luminosidad de la escritura. Momentos inolvidables son el solo del sacerdote y las intersecciones corales del final de la primera parte, el coro de demonios al inicio de la segunda parte y el final sereno de la obra. Si bien El sueño de Geroncio puede ser visto como un ejercicio doctrinal ( a veces la música tiene un saborcito a servicio cristiano) la sinceridad de Elgar, en su mejor momento, hacen de éste oratorio una obra francamente universal. Mis condolencias por los no espirituales, pero aún así, cómo música sublime, la obra ha ganado varios adeptos.


VOZ DEL IMPERIO AL FIN Y A CABO


Irremediablemente, el nombre de Elgar permanece como un punto de referencia del arte que floreció en las últimas etapas del reinado victoriano. Obras como la Marcha imperial y el grupo de marchas Pompa y Circunstancia permanecen como vehículos de propaganda del militarismo e imperialismo británico. Elgar, ferviente patriota, era proclive a lapsos de ampulosa expresividad ceremonial. En cambio, las dos sinfonías permanecen como los mejores ejemplos británicos de éste género previas a los esfuerzos de Bantock y Vaughan Williams. La 1ª sinfonía de Elgar es un avance tan notable con respecto a otros ejercicios en éste género que por mucho tiempo se le consideró la primera gran sinfonía del Reino Unido. Una obra personal que explora el mundo privado y místico del compositor. La segunda sinfonía es aún más personal y representa el epílogo de una época que jamás volvería.

Si bien la popularidad incuestionable de Elgar a sufrido cierto desgaste en los últimos años, no podemos dejar de pensar que quizá, ahora si, podamos revalorar los verdaderos tesoros que su producción nos ofrece. Aún y esperando éste momento estoy seguro que las Variaciones Enigma y el sueño de Geroncio permanecerán como dos obras inevitables en la historia de la música. (Dedico éste artículo a mi tío Rodolfo Marcos Turnbull, ferviente Elgariano).

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