Sinfonía No.7 de Gustav Mahler; algunos apuntes


La 7ª Sinfonía de Gustav Mahler hasta hace poco era considerada el patito feo del compositor austriaco. Esto ha cambiado contundentemente gracias a la promoción e interpretación de grandes directores como Leonard Bernstein, Rafael Kubelik, Claudio Abbado, Klaus Tennstedt y George Solti, entre otros.
Obra que conjunta efectivamente el lirismo con lo fantasmagórico, la sinfonía bien puede ser vista como un camino de sueños y sonidos en donde la naturaleza se confunde con los deseos y placeres de la vida.

Escuchando este magnífico edificio uno tiende a pensar, como en una ocasión me comentó Enrique Arturo Diemecke, que varios de los análisis de la obra han exagerado erróneamente los elementos dramáticos y han dejado de lado el punto central que es el humor; el clasicismo de ciertas páginas que nos llevan a Mozart y Rossini, pero sobre todo a la tradición operística. Este mosaico de temperamentos es una exploración de placeres más que una expresión tormentosa de los conflictos internos de la humanidad.
Mahler compuso la séptima sinfonía entre 1904 y 1905. Los dos nocturnos datan de unas vacaciones en Maiernigg en el verano de 1904, cuando Mahler vivió en un pueblo junto al Wörthersee austriaco. Por un año fue incapaz de concluir su obra y para el verano de 1905 Mahler regresó al lugar que vio el comienzo de su labor; ahí, en sus palabras;  “Me subí al bote para ser remado a través del lago. En el primer golpe de remo, el tema de la introducción del primer movimiento me vino a la cabeza y en cuatro semanas completé el primero, tercero y quinto movimientos”.

Es innegable que la séptima sinfonía es una obra de contrastes; ritmos de marcha se contraponen con cadenzas de canto de pájaros y el sonido de los cencerros.  El segundo tema, apasionado, del primer movimiento está flanqueado por la oscuridad del motivo incesante de marcha que se escucha desde el comienzo. Ese ambiente de marcha enigmática continúa en la primera de las músicas nocturnas; aquí el elemento pastoral parece siempre amenazado por el tema bizarro de  marcha, incesante y misterioso.
El scherzo de la obra es una danza fantasmagórica; quizá Don Giovanni ha descendido al infierno. El calor de la vida se ha esfumado.

Sorprendente resulta entonces el segundo nocturno,  en el que una  vez que el arpa interpreta el ritmo ostinato entramos de regreso en un paseo romántico en góndola, surcando las aguas de algún lago a media luz. Los sonidos tersos de la guitarra y la mandolina, acompañan al recorrido y en la lejanía de la orilla se aprecia el sonido del ganado pastando.  Me llama la atención que Luchino Visconti no haya tenido la perspicacia de utilizar algunos fragmentos de esta sinfonía para su filme “Muerte en Venecia”; los pasajes de los instrumentos de cuerda punteada bien pudieron haberse incorporado a los episodios de los bizarros músicos ambulantes.
El rondo final es la llegada del amanecer. La tonalidad de do mayor, radiante, queda establecida desde el comienzo. Una cita del motivo de los “Maestros Cantores de Nurenberg” de Wagner hace su aparición y pronto encontramos analogías con Mozart. Pasajes en estilo de minuetos dieciochescos  y erupciones turcas que nos recuerdan a otra ópera de Mozart; “El rapto en el serrallo”. Cada vez es más inequívoca la relación con el arte lírico, incluso “Falstaff” de Verdi no parece lejano.  Un humor aparente a veces nos hace olvidar del conflicto entre la tonalidad de do mayor y la de mi menor. Incluso al final, el tema del ritornello en do mayor en su último estallido de júbilo convoca a todas las campanas (incluyendo cencerros) en un canto exultante pero aun así, Mahler introduce una pausa inesperada en una triada aumentada antes de la conclusión en do mayor.

ALGUNAS VERSIONES DISCOGRÁFICAS


 

-          George Solti, Sinfónica de Chicago, DECCA , 1971

Una lectura de dinamismo y estructura proporcionada. Carente de la calidez de otros directores. Impresiona la fuerza del primer movimiento, las sonoridades bien estudiadas de las músicas nocturnas, la fiereza del scherzo  y la energía del final. Para aquellos que consideran a Mahler como edificios arquitectónicos en donde la estructura es primordial así  como un resultado técnico impecable.  Sonido inmediato, análogo, de gran brillantez.

 

 
 
-          Klaus Tennstedt, Filarmónica de Londres, EMI, 1993, grabación en vivo (Como parte de la reedición 2011 del ciclo completo Mahler/Tennstedt)

Lecutra de gran calidez y espontaneidad. Tennstedt se revela como uno de los Mahlerianos más humanos; su pasión es emotiva (incluso podría decirse melodramática) y penetra más allá de la imponente estructura de la obra. Tennstedt posee un gran oído para las dinámicas; hay que escuchar los tres movimientos centrales; las músicas nocturnas poseen un elemento caprichoso y mediterráneo, ausente de otras versiones. Pocos directores logran tal nitidez y maestría en el manejo de dinámicas tersas. El final posee también una potencia especial y un colorido bien contrastado en sus diversos temas. Hay un generoso uso de rubato y Tennstedt no teme alargar las frases mahlerianas.  El sonido digital posee una amplitud ideal y transparencia.

La versión en estudio de Tennstedt, que data de 1980 posee cierta calidez pero carece de la espontaneidad de la versión de 1993 y la toma de sonido deja ocultos algunos detalles que en la versión del 93 salen a la luz.

 

 
 
-          Giuseppe Sinopoli, Philarmonia, DG, 1992

Versión clínica con una orquesta bien cuidada aunque sin la afinidad de lenguaje que se escucha en otros ensambles. Sinopoli logra disecar la partitura sin perder control de la estructura total; Todos los colores salen a relucir en las músicas nocturnas. Buen sonido, ligeramente frio,  de zona cercana a la orquesta.

 
 

-          Claudio Abbado, Filarmónica de Berlin, DG, 2001, grabación en vivo

Abbado nos presenta una lectura que combina sabiamente el humanismo y el oído clínico sin perder el pulso. El sonido de mitad de auditorio, bien espaciado, nos permite escuchar a la Filarmónica de Berlín en plenitud.  El tiempo para la primera música nocturna es ideal; delicado y fluido.  Apuesta por una lectura un poco más rápida pero eficaz de la segunda. El final posee una amplitud de gran calidez y generosidad.  La genialidad que comunica esta versión la hacen imprescindible.

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