De lectura y políticos

Desafortunadamente es una historia que es repetida por innumerables actores de nuestra política y, peor aún, un reflejo del común denominador de nuestro país. Mejor ejemplo de un círculo vicioso no lo tendremos en mucho tiempo; por un lado está Enrique Peña Nieto, candidato del PRI a la presidencia de la república (dejémonos de tonterías con que si todavía es pre, su carrera comenzó mucho tiempo atrás al amparo de las televisoras), por el otro está un sector amplio de la ciudadanía seducido, no por las propuestas ni mucho menos por su libro “Por un Acuerdo Nacional para impulsar el desarrollo”, donde el nouveau caudillo ha instruido a otros vaciar su propuesta de gobierno (¡Que bajo ha caído la creación de libros, ahora hasta los que no leen escriben!). No, ese voto está condicionado por la presencia y físico telenovelero del candidato.

Hace tiempo pensé que México había tenido una gran lección con lo acontecido en Nuevo León; Se eligió a un gobernador con una trayectoria discreta, insuficiente, con una educación promedio, estudios en el extranjero en entredicho (nunca se terminó por esclarecer ese asunto) cobijado por un aparato portentoso de acarreos y cargadas además de una imagen mediática carismática fabricada (Recordemos la megalomanía del actual gobernador "dirigiéndose al público" desde la cima del faro del comercio) y una buena presencia física. Hoy no estoy tan seguro puesto que las cosas se van estructurando por la misma vía con Enrique Peña Nieto; la maquinaria a su alrededor supera en mucho al producto final.

Sucesos como la terrible pifia literaria de Enrique Peña Nieto en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara han servido para ir desenmascarando a esta especie de Tartufo. Aquellos que busquen algún dejo de substancia no la encontrarán. Tal parece que al propio candidato le tiene sin cuidado este hecho; No procuró documentarse para lo que posiblemente le podía acontecer en una Feria Internacional del Libro. Poco a poco ha demostrado que cuando las preguntas se apartan de líneas comunes patina. Yo no sé qué tipo de mandatario podemos esperar de alguien que no puede nombrar siquiera convincentemente tres libros que haya leído, y para mi este es el fondo de la cuestión.

El lapsus de “La Silla del Águila” habría pasado si las otras dos respuestas de Peña Nieto no hubieran sido tan desafortunadas. Si “La Silla del Águila” (con o sin Carlos Fuentes) se hubiera flanqueado de “Pedro Páramo” y “Rayuela” hoy no estaríamos dedicando un espacio de reflexión a este tema. Pero cuando se titubea sobre la Biblia; “La biblia en algún momento de mi vida… no me leí toda la Biblia, pero sí algunas partes de la Biblia” las cosas están mal. Seguramente por piedad no le preguntaron cual de los libros que componen el viejo o nuevo testamento es su favorito. Responder la Biblia es apelar al lugar común y lograr el efecto en un país cristiano hasta el tuétano. Pero su tercera respuesta fue penosa; “hay otro de él mismo (Enríque Krauze ha quien erróneamente le adjudicó “La Silla del Águla”) que quiero recordar el nombre sobre caudillos”. Esta última respuesta arroja una incipiente disciplina lectora de parte del candidato del PRI. Recordar tres libros no es difícil. Tres autores. Tres textos. Si Peña Nieto nos deja con varias dudas sus asesores cayeron en el ridículo.

Lo ocurrido en la FIL de Guadalajara, desafortunadamente, es una muestra de la realidad mexicana actual. No me sorprende puesto que también lo he visto en la universidad; “No leo porqué no me interesa” “El último libro que leí fue “Por qué los hombres aman a las cabronas” “Mi libro favorito es Crepúsculo”. Esas son las realidades de un México dañado en su estructura educativa. No nos sorprenda que diversos productos de esta estructura ascienden hacia grandes puestos sin la preparación universal indispensable. Enríque Peña Nieto es pues, un producto característico del sistema mexicano actual en donde la apariencia y el relumbrón valen más que la substancia. Que podamos separar el oro del oropel sería tarea de la ciudadanía pero ¿Tenemos la preparación indispensable para llevar a cabo una vida democrática sana? La respuesta produce desasosiego.

EPÍLOGO

Me inquieta también una última cuestión; Prontamente ciudadanos enfadados (y varios actores políticos) salieron a las redes sociales a rasgarse las vestiduras. Dudo que Enrique Peña Nieto sea el único no lector en un país de no lectores. Es probable que muchos de los que han reaccionado con chistes y bromas no tengan buenos hábitos de lectura. Eso me recuerda una de las grandes lecciones de la Biblia; “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Vergonzoso, si, pero que el exterior no nos haga apartar la vista del fondo.

Ciertamente leer es un trabajo personal. La lectura por si misma no nos hace mejores o peores personas. He ahí la clave que nos comparte Harold Bloom en su magnífico libro "Cómo leer y por qué" (el cual sería un excelente regalo a los candidatos presidenciales actuales). Hay que leer para satisfacer aquello que está próximo a nosotros, aquello que nos puede ser útil. En pocas palabras leer nos debería de provocar la reflexión, para posteriormente incorporar su resultado a lo cotidiano.

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